DOMINGO 34 CRISTO REY (C)
Lc 23,35-43
Permitidme que empiece
hoy este comentario con un desahogo personal. Al celebrar esta fiesta me siento
deprimido, decepcionado, hundido en la más absoluta miseria. Tengo la sensación
de estar traicionando a Jesús en lo más serio y profundo de su mensaje. Ya no
es Jesús quién nos dice cómo es Dios, es la religión quien nos dice cómo es
Jesús.
Un Jesús que dijo: Si
no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de Dios. Un Jesús que dijo que
no venía a ser servido, sino a servir. Un Jesús que dijo: El que quiera ser
grande que sea el servidor, y el que quiera ser primero que sea el último. Un
Jesús que dijo: mi reino no es de este mundo y cuando querían hacerlo rey, huyó
a la montaña.
La cristología de los
concilios del s. IV y V se hizo desde conceptos metafísicos de una filosofía
concreta la griega. No se tuvieron en cuenta las enseñanzas ni la vida de
Jesús. Partieron del supuesto conocimiento de Dios para explicar lo que era
Jesús. El camino debe ser exactamente el inverso. Solo conocemos a Jesús y él
nos dice quién es Dios.
El credo que rezamos en la eucaristía, el nacido de los concilios de Nicea y Constantinopla dice: “…por obra del Espíritu Santo se encarnó y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado…” ni una sola palabra de la vida y del mensaje de Jesús. ¿Puede ser ese un ‘símbolo’ de la fe en Jesús?
Pero ‘el credo de los
apóstoles’ hace exactamente lo mismo, pasa del nacimiento a la muerte. En ambos
no se tiene para nada en cuenta la vida y el mensaje de Jesús que fueron lo más
contrario a la idea de poder, a la que nosotros estamos tan apegados.
Con el evangelio en la
mano, ¿podemos seguir hablando de “Jesús rey del universo”? Un Jesús que luchó
contra toda clase de poder; que rechazó como tentación la oferta de poseer
todos los reinos del mundo; que criticó duramente los discípulos por pretender
ser el más importante. ¿Podemos admitir que todo lo que hizo fue para alcanzar
más gloria?
Es cierto que el centro
de la predicación de Jesús fue “el Reino de Dios”. Nunca se predicó a sí mismo
ni reivindicó nada para él. ‘El Reino de Dios’ no hace referencia a un rey. Ese
“de” no es posesivo sino epexegético. No es que Dios posea un reino. Dios es el
Reino.
El letrero que Pilato
puso sobre la cruz, era una manera de mofarse de Jesús y de las autoridades.
¿Para escarnio de quién? Los soldados también le colocaron una corona y un
cetro para reírse de él. ¿Creéis que Jesús se hubiera encontrado más cómodo con
una corona de oro y brillantes y con un cetro cuajado de piedras preciosas?
Jesús se identificó de
tal manera con ese Reino. De Jesús terreno carecería de sentido hablar de su
reino. Podemos hablar del Reino de Cristo como una gran metáfora, como el
ámbito en el que se hace presente lo crístico, es decir, un ambiente donde
reina el amor. Entendido de ese modo y no literalmente, puede tener pleno
sentido hablar del Cristo Rey.
Tratad de imaginaros un
Jesús rey. Es casi imposible y él mismo se negó a aceptarlo. Pues ese reino sin
rey, es el que queremos evocar con esta fiesta. Un reino donde nadie sea
súbdito, sino que todos sean reyes. Ahí está la esencia de esta fiesta. Nadie es
súbdito de nadie, pero todos deben estar dispuestos a servir a los demás.
Jesús quiere que todos
seamos reyes, es decir, libres. Tanto el que esclaviza como el que se deja
esclavizar, deja de ser humano y se aleja de lo divino. El que se deja
esclavizar es siempre opresor en potencia, no se sometería si no estuviera
dispuesto a someter. La opresión religiosa es la más inhuma porque es capaz de
llegar a lo más profundo del ser.
La religión ha sido capaz de hacer de Jesús un Cristo incomprensible. La idea de un Jesucristo es genial, pero con tal de que no nos olvidemos que la base es Jesús.
Fray Marcos


