En
el día de los difuntos, confesemos con Marta que Jesús es la resurrección y la vida
Conmemoración de los Fieles Difuntos (2-11-2025)
Cuando
Jesús llegó, encontró que llevaba cuatro días en el sepulcro. Betania queda
cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a visitar
a Marta y María para darles el pésame por la muerte de su hermano. Cuando Marta
oyó que Jesús llegaba, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa.
Marta dijo a Jesús: Si hubieras estado aquí, Señor, mi hermano no habría
muerto. Pero yo sé que lo que pidas, Dios te lo concederá. Le dice Jesús: Tu
hermano resucitará. Le dice Marta: Sé que resucitará en la resurrección del
último día. Jesús le contestó: Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en
mí, aunque muera, vivirá; y quien vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Lo
crees? Le contestó: Sí, Señor, yo creo
que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo (Juan
11, 17-27).
Este domingo coincide con la conmemoración de todos los fieles difuntos y, por esto, pueden tomarse diferentes lecturas según las propuestas que el misal tiene para este día. Hemos escogido la de Juan 11 que corresponde a la muerte de Lázaro y la llegada de Jesús a la casa de sus hermanas, Marta y María. Por lo tanto, este texto nos habla de un Jesús que tiene amigos y amigas, que los visita, se solidariza con lo que viven y se hace presente cuando se le necesita. Esto nos acerca a esa humanidad de Jesús que muchas veces no se resalta porque solo nos fijamos en sus acciones salvadoras, olvidando la plenitud de su encarnación.
Precisamente
por esta cercanía, es posible que Marta lo recibiera con un reproche: “si
hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Estas palabras son el punto
de partida de un diálogo sobre el misterio de la vida y la muerte y la
esperanza en la resurrección. Según el diálogo que se establece entre Marta y
Jesús, no era desconocido para los judíos la esperanza en la resurrección, pero
el cambio profundo que se va a producir es la afirmación de Jesús de ser él, la
resurrección y la vida. Es decir, la esperanza en la resurrección se convierte
en certeza con un nombre personal: Jesús, señor dador de vida y vida para
siempre. Después de esa afirmación de Jesús, nos encontramos con la confesión
de fe en boca de Marta, una mujer, confesión que corresponde a la que Pedro
hace cuando Jesús les pregunta quien creen que él es. Marta va a confesar que
Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, con las mismas palabras que lo hace Pedro
y, sin embargo, en la práctica esta confesión de fe no se ha destacado,
invisibilizando la presencia de las mujeres y quitándoles el protagonismo que
tuvieron. Todo esto es lo que, en la actualidad, se está rescatando para abrir
espacios de igualdad con los varones en la Iglesia.
Esta
confesión de fe es la que da sentido a la conmemoración de todos los fieles
difuntos que hoy recordamos. Ante la muerte, situación irremediable para todos
los seres humanos, la fe en la resurrección mantiene la esperanza de que todos
nuestros difuntos resucitaran. Cristo resucitado es la esperanza última no solo
de los difuntos sino de todos nosotros y de toda la creación. Este día, por
tanto, confesemos con Marta que Jesús es la resurrección y la vida porque es el
Mesías prometido que, encarnándose en nuestra historia, ha garantizado la vida
para todos. Nada de lo humano ha de perderse porque todo está llamado a resucitar
con Cristo.
Olga Consuelo Vélez


