La esperanza siempre tiene rostro humano
Este será el primer jubileo marcado por la irrupción de estas nuevas tecnologías, en medio de una emergencia climática como la que estamos atravesando. A diario vemos cómo la casa común nos pide una pausa de nuestro estilo de vida, que empuja al planeta más allá de sus límites y que provoca la erosión de los suelos, la desaparición de los campos, el avance de los desiertos, la acidificación de los mares y la intensificación de tormentas y otros fenómenos climáticos intensos. Es el grito de la tierra que nos interpela.
Ya antes de la pandemia considerábamos que era necesario << reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre cómo nuestra elección diaria en términos de alimentos, consumo, desplazamientos, uso del agua, de la energía y de tantos bienes materiales a menudo son imprudentes y perjudiciales>>.
Acuérdense lo que les comenté al principio: la esperanza es nuestra ancla y nuestra vela. Con ella salgamos a peregrinar hacia la construcción de ese mundo más fraterno con el que soñamos, en el que la dignidad del ser humano prevalezca sobre cualquier división y en armonía con la Madre Tierra.
La peregrinación de la
vida no siempre pasa por aguas tranquilas. Muchas veces las experiencias
personales y los eventos del mundo exigen con mayor intensidad el llamado a la
esperanza. En la jerga marina, se llama de hecho
<<ancla de la esperanza>> a la que algunas embarcaciones tienen de reserva para hacer maniobras de emergencia que les permitan estabilizarse durante las tormentas. Con ella, navegamos <<mar adentro>> hacia el futuro desconocido, pero llevando nosotros el timón.
Vuelvo a convocar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a ser << en medio de las ruinas cotidianas del mundo, incansables constructores de esperanzas, que seamos luz mientras el sol se oscurece, que seamos testigos de compasión mientras a nuestro alrededor reina la distracción, que seamos amantes y atentos en medio de la indiferencia generalizada>>.
El reverendo Martín Luther King, fuente de inspiración inagotable, ya afirmó hace sesenta años, durante su discurso de aceptación del Premio Nobel, una gran verdad, todavía vigente hoy: los seres humanos hemos sabido volar como pájaros, nadar como peces, pero no vivir como hermanos.
No hay tiempo que
perder. Y tampoco hay alternativas. O construimos el futuro juntos o no habrá
futuro.
Recuerdo unas hermosas palabras de don Tonino Bello: <<No podemos limitarnos a esperar, tenemos que organizar la esperanza>>. Debemos redescubrirla, anunciarla y construirla. Esto incluye a todos, también a la Iglesia y sus miembros, ya que << sin esperanza, seríamos administradores, equilibristas del presente y no profetas y constructores del futuro>>.
Solo si nuestra esperanza se traduce en opciones y gestos concretos de atención, fraternidad, justicia, solidaridad y cuidado de la casa común, los pobres podrán ver aliviados sus sufrimientos, la economía del descarte podrá ser cambiada y nuevos sueños volverán a florecer.
A todos nos toca organizar la esperanza y traducirla en la vida concreta de cada día, en las relaciones humanas, en nuestro vínculo con el planeta, en el compromiso social y político.
¿Me acompañan en esta peregrinación?
PAPA FRANCISCO
LA ESPERANZA
NO DEFRAUDA NUNCA
Colaboración de Juan García de Paredes.