Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

8 de marzo de 2017

Interreligioso: Jóvenes una esperanza para el cambio.

Hacia un diálogo interreligioso juvenil para la transformación social
Edwin Roberto Mendoza Hipp

3.1.2) Jóvenes: una esperanza para el cambio
Ante un mundo sumido en medio de tantas crisis sociales, muchos tienden referirse a las
nuevas generaciones con nombres o frases despectivas como: ―la juventud está perdida, ―rebeldes sin causa, ―la generación ni-ni (ni estudia - ni trabaja), ―jóvenes irrespetuosos, ―la cultura de la decadencia, entre muchos otros. Pero, ¿qué generación no ha sido tachada de irrespetuosa y rebelde a lo largo de la historia? De hecho, ya desde tiempos muy antiguos los filósofos griegos experimentaban un sentimiento similar:
Eso y otras pequeñeces por el estilo -dije-: allí el maestro teme a sus discípulos y les adula; los alumnos menosprecian a sus maestros y del mismo modo a sus ayos; y, en general, los jóvenes se equiparan a los mayores.

Pese a que la juventud ha sido generalmente estigmatizada hay quienes no ven a los jóvenes con tanta desilusión. Sebastián Fuster es uno de ellos, llegando a afirmar con gran vehemencia que no todos los jóvenes ―son unos drogadictos, ni unos noctámbulos de discoteca, ni unos vagos redomados, ni unos suicidas de la velocidad. Personas como Fuster que no se conforman con una visión tan pesimista de los jóvenes, perciben en ellos un increíble potencial y un dinamismo único capaz de impulsar grandes transformaciones en beneficio de la sociedad. Y aunque tampoco se trata de romantizar la figura del joven, ni mucho menos de ocultar su realidad negativa, es importante reconocer que aún con sus sombras y desaciertos, los jóvenes poseen la capacidad de volcar sus energías hacia acciones positivas para la construcción de una mejor humanidad.


Sin embargo, por muy apasionante e inspiradora que parezca esta convicción, ésta supone
también un gran desafío. Entablar un diálogo con las diferentes culturas juveniles no es algo sencillo. Cada cultura juvenil será siempre un mundo lleno de enigmas impredecibles y problemáticas complejas. Aun así, hay muchos hombres y mujeres que se animan a soñar (aún contra todo pronóstico) con una juventud apasionada por grandes ideales y comprometida en la lucha por la transformación social.

De ahí que ha surgido una tendencia entre académicos latinoamericanos que ha venido
ahondando en las culturas juveniles desde una óptica constructivista. Este nuevo movimiento ―reconoce el papel activo de los jóvenes en su capacidad‖ para transformar la sociedad, de tal manera que no los conciben simplemente como grupos rebeldes y apáticos, sino como sujetos de discurso y verdaderos agentes sociales. Y aunque también últimamente se ha vuelto un cliché decir que los jóvenes son promotores y agentes de cambio, no cabe duda que detrás de estos populares apelativos subyace la fuerte convicción de que los jóvenes son individuos activos que juegan un rol crucial para la edificación de un mundo más humano.


Todas estas reflexiones sociológicas deben ser tomadas muy en cuenta por las religiones y por aquellos involucrados en iniciativas interreligiosas, pues pueden arrojar algunas luces sobre hacia dónde debería orientarse el diálogo interconfesional de acuerdo a los constantes cambios socioculturales. De conformidad con este razonamiento, hoy más que nunca, las religiones deben empezar a reemplazar una mentalidad negativa que concibe a los jóvenes como individuos pasivos, por una mucho más positiva que los defina desde el pozo de sus potencialidades, valorándolos como verdaderos sujetos activos y con un papel positivo dentro de la sociedad.