Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

21 de marzo de 2017

Lo que va de ayer a hoy... Con los cinco sentidos

Lo que va de ayer a hoy
Historias bíblicas de ayer que se repiten hoy

CON LOS CINCO SENTIDOS
Ayer:
De pequeños a todos nos enseñaron que les sentidos del cuerpo humano son cinco, o sea estos




Pero los sabios estudiosos del cuerpo y sus movimientos se pusieron a investigar y ¡menuda la que organizaron!: Unos empezaron a decir que los sentidos son 20, otros que 27 y otros, más ahorradores, los redujeron a 3.

Desde que el ser humano empezó a moverse por el mundo y tuvo que relacionarse con la naturaleza y con los otros seres, para sentir lo que tenía cerca o lejos, tocando su piel , su lengua, el aire que entraba por su nariz… eso que llamamos Luz y acaricia nuestra retina…


No es cuestión ahora de hacer un estudio científico. Búsquense libros sobre el tema o, más sencillo, rebusquen en internet.

Como curiosidad piensen en estas palabras: sentido del equilibrio, cinestesia, cenestesia, termocepción intercepción… y no sigo, busquen…

Es curioso que esos sentidos los hemos ido adquiriendo a lo largo de la evolución. Aunque algunos animales “menos evolucionados” tienen sentidos que nosotros no tenemos.

Como el perrito al que sus amos abandonan cientos de kilómetros lejos de su casa y aparece días después con ellos; o infórmense de la ecolocalización de los delfines, animales con sentidos de lo más desarrollados…

En cambio los bichos humanos también fuimos perdiendo o disminuyendo sentidos al progresar la llamada civilización; de modo que hoy…

Hoy
Vamos destruyendo nuestros sentidos elementales: nuestra vista con el exceso de luces, focos…(el deslumbrar de que hablamos hace poco), la sordera producto del exceso de decibelios en las discotecas o bajo las bocinas de los predicadores que quieren meter su doctrina a gritos…

En nuestros trabajos y estudios se nos pide que pongamos los cinco sentidos. También en nuestras manifestaciones de espiritualidad, de cualquier expresión que sea, se nos recomienda la atención.

Algunos jovencitos o mayores, se acusan a veces en confesión de que “me he distraído en misa”. Entonces el padre, “paternalmente”, le dice que en el templo hay que poner los cinco sentidos. Demasiados sentidos nos piden, pero ya que no nos los dejamos en casa, podemos aprovecharlos en esa celebración a la que vamos por obligación, por devoción, por convicción, o porque a esa misa va la chavala o el chavalo ese que te interesa…

Pues quienes se consideren cristianos y expresen su fe en la llamada Eucaristía, será bueno que hagan un repaso de los seis sentidos que les pueden servir. (¿Seis o cinco? – Pongamos seis y ya hablaremos)

1-LA VISTA:  ¿Dónde la podemos dirigir?: 
Hay muchas cosas en el templo para distraerse, sobre todo en catedrales y basílicas: estatuas, pinturas, símbolos, capiteles, cortinas, lámparas… Lugar especial: el sagrario donde muchos fieles, cuando no es la hora de la celebración suelen fijar los ojos como centro de oración.
Pero ¿cundo asistimos a esa celebración llamada eucarística?... Claro, miramos al celebrante, me dirán ustedes. Pues pienso que no, fíjense, que el primer centro de atención de nuestras miradas no es principalmente el señor que está vestido con traje de ceremonia, sino los asistentes, la gente que acude con nosotros a esa celebración y que también son – aunque no se quieran dar cuenta - celebrantes. Me explico:

¿No cantamos muchas veces, “juntos como hermanos” cuando empezamos la misa? Pues lo primero será mirarnos unos a otros los allí presentes, porque el presidente de la celebración es eso, presidente, pero celebrar, ¡celebramos todos!, como hermanos juntos. Lo primero, pues, al entrar será saludar a los que conozcamos o junto a quienes nos coloquemos. Es curioso que muchos de los que asisten a misa con frecuencia “juntos como hermanos”, ni se miran ni se saludan al entrar o salir. Más importante que los “santos” del templo e incluso más que el sagrario, son los demás, los que están allí formando comunidad, ¿Cuentan algo para nosotros?

También está, para que nos fijemos, la mesa de reunión, mal llamada altar (¿o sólo es altar porque está alto?) pero el altar es cosa del antiguo testamento… donde se mataban animales para el sacrificio sobre el gran bloque de piedra.

En la llamada “misa” el centro es la mesa, como cuando los apóstoles se reunieron con Jesús; aunque hoy día, por la afluencia de fieles, se pone al fondo y levantada sobre escalones. La gente sigue cantando a veces “reunidos en torno a tu mesa”. ¿En torno?… y se ponen muchos lo más lejos que pueden (parece que el centro para ellos es la puerta); pero ciertamente, aunque seamos muchos, el centro de atracción es la mesa y cuanto más cerca estemos mejor, si queremos hacer esto en memoria de Jesús. Alrededor de la mesa y cerca unos de otros haciendo bloque, comunidad.

Antes de terminar este apartado podríamos decir que durante la homilía el centro de atención para los ojos de muchos es el reloj. “¡Cuánto tarda este cura, lleva ya 25 minutos y no termina!”. Terminamos pues, con la vista. Y pasamos a…

2-EL OÍDO:
Naturalmente el oído tendrá como centro de atención la palabra y la música, lo que dicen el presidente, los ministros que leen, los cantores, y junto a los cantores, usted y yo mismos si conocemos los cantos o si el coro ha tenido el buen detalle de fotocopiar letras para que todo el mundo participe lo más posible. 

Hay en la misa sonidos extemporáneos como ese camión que pasa atronando por la calle a media homilía, o la bocina de propaganda que nos hace recordar en el ofertorio que no hemos comprado jabón para la ropa. Al oído de un servidor le agradan los bebés que lloran o gritan, con tal de que no sea mucho tiempo o la mamá se salga junto a la puerta. Dan ambiente familiar a la celebración, que lo necesita. Igual que son encantadores y familiares para la vista, los pequeños que juegan por los pasillos, con tal que no hagan mucho ruido. Y, hablando de ruido no podemos olvidar en la misa ni en la vida otro sonido: el sonido de…l

Silencio:
Igual que muchas veces tiene más impacto en nuestro espíritu un templo austero sin apenas imágenes ni adornos, como suelen ser algunos templos románicos, también en nuestras asambleas nos pide el espíritu: silencio. Tenemos peligro de amontonar músicas, cantos oraciones, palabras, palabras, palabras y no tener en cuenta la presencia de Dios en el silencio. Hay algún momento en nuestras eucaristías en las que pueda ser importante que callemos, meditemos , que nos pongamos frente a frente a eso que no tiene que ser ruidoso cuando está más dentro de nosotros que nosotros mismos. 
Tengo la experiencia de ciertos momentos parroquiales llamados “hora santa” donde los fieles no paran de hablar y cantar (y a veces hasta gritar) y Dios no tiene por qué estar en el ruido. En las eucaristías, en algunos momentos, después de escuchar la Palabra, después de la comunión… por qué no puede haber ratos de un sonoro silencio?
Y vamos adelante.

3-OLFATO.
Litúrgicamente el olfato está representado por el incienso que en muchas religiones simboliza el aroma de la oración que sube al cielo…


Antiguamente en realidad servía para disminuir el olor a sudor, a caballo, a pobreza de muchos asistentes. Por eso en la basílica de Santiago de Compostela, lugar de peregrinación, hay un gran incensario, el botafumeiro, para suavizar el olor a tigre de los peregrinos que llegan después de un camino de treinta días, sin lavarse demasiado ni perfumarse.
Pues a pesar del incensario es bonito sentir a veces junto a nosotros el olor de alguien enfermo, o que viene sudado del trabajo o de un largo camino. Pensamos en el buen olor de Cristo cuando alguna mujercita le perfumaba los pies (y los fariseos se enfadaban). Vamos pues con...

4. EL TACTO. ¡Qué miedo le tenemos al tacto!
¿Quién me ha tocado? – Dijo Jesús – (miren en Lucas 8, 45)
Pero maestro - le dijeron sus discípulos - si todo el mundo te rodea y aprieta por todas partes, y preguntas…
Pues nada, nosotros nos hemos contagiado del miedo a tocar a Jesús, no pensamos en la mujer que le ungió los pies, se los besó y secó con los cabellos, en Pedro agarrándose a su mano para no hundirse… y desde que- parece que hacia el siglo IX- alguien prohibió tocar con la mano el pan sacramentado, mucha gente solo se atreve hoy a sacar la lengua, aunque parece burlarse del que le da la comunión. No son malas ni una costumbre ni otra, pero saquen del bolsillo el sentido común y piensen lo que es lógico en un adulto cuando come.

Además de tocar la eucaristía nos tocamos unos a otros. Gran iniciativa fue la de darse la paz con abrazos, besos, apretón de manos, algunas bromitas a los pequeños que se acercan corriendo a saludar al padre o a la tía María que está al otro extremos del templo. Y esos saludos pueden ser también cuando entramos y nos encontramos con alguien al que no conocemos y nos ponemos a su lado, o al final la despedida, ¡Adiós, feliz semana!

5-COMER. Pues lo que también comentábamos antes. Que comer fue el comienzo de lo que llamamos ahora ir a misa. Al principio se llamó ir a “compartir el pan”.

Ya saben que a Jesús le llamaban comilón y bebedor (vean en Mateo 11, 19). Con frecuencia se le veía en banquetes con personas a veces no muy recomendables. Y Él también los organizaba cuando había gente que no tenía qué comer… y siempre sobraba.
Pues hoy, como de las ruinas de algunos monumentos antiguos solo quedan algunas piedras y columnas, también de la antigua comida de fiesta de Jesús queda un montón de Ceremonias que algunas no se entienden ¿pero comida?… se come una cosita redonda que no ayuda mucho a recordar la frase de Jesús: 
Hagan esto en memoria mía. ¿A qué llamamos “esto”? Y del tema del comer no hay nada más que hablar, mientras las misas no sean un verdadero banquete; Pero no se terminaron los sentidos, nos falta un sexto sentido que es:

6-EL SENTIDO COMÚN.
Este sentido tiene relación con mucho de lo que antes hemos comentado. Se suele decir que cuando alguien entra en el templo se debe quitar el sombrero, la gorra, ¡pero ¡no debe quitarse el cerebro!

Pues piensen si un problema serio en las celebraciones religiosas es que entramos sin cerebro, sin reflexión, sin sentido común en la iglesia.
Se celebran ceremonias sin saber por qué. Porque así está mandado, porque así me enseñaron de pequeño.

El ser humano ha ido desde la conciencia primitiva, cuando empezó a reflexionar, avanzando en reflexión. Se ha ido dando cuenta de lo que tendría que cambiar en su pensamiento y su vida… pero aún nos falta mucho.

Limitándonos ahora al tema de las celebraciones, en la eucaristía tenemos hoy que realizar muchos cambios que son de sentido común, para ser más fieles a la palabra y vida de Jesús y a la vida actual. 
Tenemos que hacerlo de modo reflexionado, no dejándonos llevar de impulsos primarios, pero el sentido común, la reflexión, la oración, el conocimiento de Jesús nos pueden ayudar a que los cinco sentidos, dirigidos por este sexto, “el común”, con el que terminamos, nos ayuden a celebrar eucaristías vivas, participadas, comunitarias, donde todos nos sintamos a gusto, unidos, queriéndonos y fortaleciendo nuestra unión con el maestro de Nazaret y su palabra. Ese que dijo a sus discípulos: Hagan esto en memoria mía.