TALLER DE UNIDAD Y COMUNIÓN, DE FRATERNIDAD Y RECONCILIACIÓN"
Día de San Pedro y San
Pablo. Las dos 'almas' de la Iglesia, los dos pilares de Roma y el mundo, que
representan, como pocos, la diversidad presente en la Iglesia. Una diversidad
que no siempre ha sido reconocida y que, gracias a Francisco, pudimos ver en toda
su amplitud. Esta mañana, en una multitudinaria celebración en la que también
impuso el palio a los nuevos arzobispos, León XIV retomó el guante de Bergoglio
y clamó por "la comunión eclesial y la vitalidad de la fe", vivida
desde la búsqueda del nosotros.
"Comprometámonos a
hacer de nuestras diversidades un taller de unidad y comunión, de fraternidad y
reconciliación", insistió Prevost, haciendo suyo el adagio de Francisco:
"Es importante salir del peligro de una fe cansada y estática".
En su homilía, el Papa
reivindicó que "Pedro y Pablo fueron llamados a vivir un único destino, el
del martirio, que los asoció definitivamente a Cristo". Y es que, pese a
las diferencias, "tanto Pedro como Pablo dan su vida por la causa del
Evangelio", y después de "un largo camino, en el que cada uno ha
abrazado la fe y ha vivido el apostolado de manera diversa".
"Su fraternidad en
el Espíritu no borra la diversidad de sus orígenes: Simón era un pescador de
Galilea, Saulo en cambio un riguroso intelectual perteneciente al partido de
los fariseos; el primero deja todo inmediatamente para seguir al Señor; el
segundo persigue a los cristianos hasta que es transformado por Cristo
Resucitado; Pedro predica sobre todo a los judíos; Pablo es impulsado a llevar
la Buena Noticia a los gentiles", glosó, admitiendo que "entre ambos,
como sabemos, no faltaron conflictos".
La comunión no anula la
libertad
"Queridos hermanos, la historia de Pedro y Pablo nos enseña que la comunión a la que el Señor nos llama es una armonía de voces y rostros, no anula la libertad de cada uno", incidió León XIV. Y es que "nuestros patronos han recorrido caminos diferentes, han tenido ideas diferentes, a veces se enfrentaron y discutieron con franqueza evangélica. Sin embargo, eso no les impidió vivir la concordia apostolorum, es decir, una viva comunión en el Espíritu, una fecunda sintonía en la diversidad".
De ahí, el desafío lanzado
por el Papa: "Comprometámonos a hacer de nuestras diversidades un taller
de unidad y comunión, de fraternidad y reconciliación para que cada uno en la
Iglesia, con la propia historia personal, aprenda a caminar junto con los
demás".
Voluntad de abrirse a
los cambios
Pedro y Pablo, además,
simbolizan "la vitalidad de nuestra fe", frente al "riesgo de
caer en la rutina, en el ritualismo, en esquemas pastorales que se repiten sin
renovarse y sin captar los desafíos del presente". Los dos apóstoles, en
cambio, viven con "voluntad de abrirse a los cambios, de dejarnos
interrogar por los acontecimientos, los encuentros y las situaciones concretas
de las comunidades, de buscar caminos nuevos para la evangelización partiendo
de los problemas y las preguntas planteados por los hermanos y hermanas en la
fe".
Y respondiendo a la
pregunta: "Y ustedes, […] ¿quién dicen que soy?". "Siempre
debemos prestar atención a esta pregunta (...). Si no queremos que nuestro ser
cristiano se reduzca a una herencia del pasado, como tantas veces nos ha
advertido el Papa Francisco, es importante salir del peligro de una fe cansada
y estática, para preguntarnos: ¿quién es hoy para nosotros Jesucristo? ¿Qué
lugar ocupa en nuestra vida y en la acción de la Iglesia? ¿Cómo podemos testimoniar
esta esperanza en la vida cotidiana y anunciarla a aquellos con quienes nos
encontramos?".
Misa en el día de San
Pedro y San Pablo
Y, desde allí, permitir
a que la fe y la Iglesia "se renueven continuamente y que experimenten
nuevos caminos y nuevas prácticas para el anuncio del Evangelio".
"Esto, junto a la comunión, debe ser nuestro primer deseo", clamó el
Papa, quien quiso "dirigirme a la Iglesia que peregrina en Roma, porque
ella está llamada más que todas a ser signo de unidad y de comunión, Iglesia
ardiente de una fe viva, comunidad de discípulos que testimonian la alegría y
el consuelo del Evangelio en todas las situaciones humanas".
Jesús Bastante