NECEDAD
En aquel tiempo dijo
uno del público a Jesús:
—Maestro, dile a mi
hermano que reparta conmigo la herencia.
Él le contestó:
—Hombre, ¿quién me ha
nombrado juez o árbitro entre todos?
Y dijo a la gente:
—Mirad: guardaos de
toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus
bienes.
Y les propuso una
parábola:
—Un hombre rico tuvo
una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: «¿Qué haré? No tengo donde
almacenar la cosecha».
Y se dijo: «Haré lo
siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré
allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo:
“Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date
una buena vida”». Pero Dios le dijo: «Necio, esta noche te van a exigir la
vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?».
Así será el que amasa
riquezas para sí y no es rico ante Dios (Lucas 12,13-21).
NECEDAD
Jesús conoció en
Galilea una grave crisis socio-económica. Mientras en Séforis y Tiberíades crecía
la riqueza, en las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Los campesinos se
quedaban sin tierras, y los terratenientes construían silos y graneros cada vez
más grandes y hermosos. ¿Qué piensa Jesús de esta situación?
Habló con toda claridad
en una pequeña parábola. Un rico terrateniente se vio sorprendido por una
cosecha que superaba todas sus expectativas. Ante el inesperado problema solo
se pregunta una cosa: ¿qué haré? Lo mismo se preguntan los campesinos pobres
que escuchan a Jesús: ¿qué hará?, ¿se acordará de los que viven con hambre?
Pronto toma el rico una
decisión de hombre poderoso: no construirá un granero más. Los destruirá todos
y construirá otros nuevos y más grandes. Solo él disfrutará de aquella
inesperada cosecha: “Túmbate, come, bebe y date una buena vida”. Es lo más
inteligente. Los pobres no piensan así: ese hombre es cruel e inhumano: ¿no
sabe que acaparando para sí toda la cosecha está privando a otros de lo que
necesitan para vivir?
De forma inesperada
interviene Dios. Aquel rico morirá esa noche sin disfrutar de sus bienes. Por
eso Dios lo llama “necio” y le hace una pregunta: «Lo que has acumulado, ¿de
quién será?». Los pobres no tienen duda alguna: esas cosechas que Dios bendice
para los campos de Israel, ¿no han de ser también pan que alimente a los más
pobres?
La parábola de Jesús
desenmascara la realidad. El rico no es un monstruo: hace lo habitual. Los
poderosos solo piensan en su bienestar. Siempre es así. Los ricos van
acaparando cada vez más bienes y los pobres se van hundiendo cada vez más en la
miseria. Son “imbéciles”: destruyen la vida de los pobres y no pueden asegurar
la suya.
Esta es la verdad que
el Primer Mundo no puede ya ocultar ni disimular: nos creemos sociedades
inteligentes, democráticas y progresistas, y solo somos unos “insensatos”
crueles e inhumanos que viven de la miseria de millones de seres humanos, de la
que en buena parte somos responsables por nuestra injusticia o nuestra
indiferencia.
BASTA YA DE TANTA INSENSATEZ
El rico no se da cuenta
de que vive encerrado en si mismo, prisionero de una lógica que lo deshumaniza,
vaciándolo de toda dignidad. Solo vive para acumular, almacenar y aumentar su
bienestar material.
Agranda sus graneros,
pero no sabe ensanchar el horizonte de su vida. Acrecienta su riqueza, pero se
empobrece a sí mismo. Acumula bienes, pero no conoce la amistad, el amor
generoso, la alegría o la solidaridad. No sabe dar ni compartir, solo acaparar.
¿Qué hay de humano en esta vida? La crisis económica que estamos sufriendo es
una <<crisis de ambición>>
Esta crisis no es una más. Es un <<signo de los tiempos>> que hemos de leer a la luz del Evangelio. No es difícil escuchar la voz de Dios en el fondo de nuestra conciencia: << Basta ya de tanta insensatez y tanta insolidaridad cruel>>. Nunca superaremos nuestras crisis económicas sin luchar por un cambio profundo de nuestro estilo de vida: hemos de vivir de manera más austera; hemos de compartir más nuestro bienestar.
LUCIDEZ DE JESÚS
De ahí su grito de
alerta: << No podéis servir a Dios y al Dinero >> No podemos ser
fieles a un Dios Padre que busca justicia, solidaridad y fraternidad para
todos, y al mismo tiempo vivir pendientes de nuestros bienes y riquezas.
El dinero puede dar
poder, fama, prestigio, seguridad, bienestar…pero en la medida en que esclaviza
a la persona, la cierra a Dios Padre, le hace olvidar su condición de hermano y
la lleva a romper la solidaridad con los otros. Dios no puede reinar en la vida
de quien está dominado por el dinero.
Cuando, al final, Dios se acerca al rico para recoger su vida, se pone de manifiesto que la ha malgastado. Su vida carece de contenido y valor, <<Necio…>>. <<Así es el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios>>
DE MANERA MÁS SANA
Hace tiempo que la
sociedad moderna ha institucionalizado el consumo: casi todo se orienta a
disfrutar de productos, servicios y experiencias siempre nuevas. La consigna
del bienestar es clara: <<Date una buena vida>>. Lo que se nos
ofrece a través de la publicidad es juventud, elegancia, seguridad, naturalidad,
poder, bienestar, felicidad. La vida la hemos de alimentar en el consumo.
Para acertar en la vida no basta pasarlo bien. El ser humano no es solo un animal hambriento de placer y bienestar, Está hecho también para cultivar el espíritu, conocer la amistad, experimentar el misterio de lo trascendente, agradecer la vida, vivir la solidaridad. Es inútil quejarnos de la sociedad actual. Lo importante es actuar de manera inteligente.
ALGO MÁS QUE UN SISTEMA
Por otra parte, el
capitalismo, lejos de promover la solidaridad, favorece la dominación de unos
sobre otros y tiende a crear y reforzar la desigualdad.
La defensa egoísta del
propio bienestar, el consumo indiscriminado y sin límites, el olvido
sistemático de los más afectados por la crisis, son signos de una posición
<<capitalista>>, por muchas pretensiones de
<<socialismo>> que puedan salir de nuestros labios.
<<El hombre
occidental se ha hecho materialista hasta en su pensamiento, en una
sobrevaloración enfermiza del dinero y la propiedad, del poder y la
riqueza>>(Ph.Bosmans).
La ambición y la
obsesión del bienestar son drogas aprobadas socialmente.
Es nuestro gran error.
Lo ha gritado Jesús de manera rotunda. Es una necedad vivir teniendo como único
horizonte <<unos graneros donde poder seguir almacenando
cosechas>>.
Es signo de nuestra pobreza interior. Aunque no nos lo creamos, el dinero nos está empobreciendo. Vivir acumulando puede ser el fin de todo goce humano, la ruina de todo verdadero amor.
JOSÉ ANTONIO
PAGOLA
Colaboración de Juan García de Paredes.