El canto reboza de mi vida
hacia ti, Señor,
como el perfume de la
primavera rebosa de los campos.
Porque me siento
envuelto en tus manos
y no has dejado que me arruinen mis propias maldades.
Señor, Dios mío,
a ti clamé y tu acudiste a mí lado.
Arrancaste mi vida de las tinieblas
de mis egoísmos
e iluminaste mi corazón
con la verdad de tu compañía.
Amigo mío, y todos los que esperáis en el Señor,
acompáñenme en la justa alabanza.
Aunque la noche parecía dominar mi existencia entera,
aunque la amarga oscuridad parecía brotar
de mis mismas entrañas
como de su propia
fuente,
una nueva mañana, un
nuevo abrazo con mi Señor,
ha hecho fecunda mi
alma en cantos de agradecimiento.
Yo esperé siempre
de ti la fuerza y la
victoria.
De ti esperé la
seguridad y la alegría.
Pero cuando me ocultaste tu rostro,
cuando me dejaste desnudo frente a mis miserias,
quedé
desconcertado y sin camino y estuve tentado a desconfiar de ti.
Pero te invoqué de
nuevo
y te supliqué diciendo
:
Señor, ¿ nó éres tú la
alegría ?
¿ No éres el futuro que
Ilumina y abraza todo
presente incierto ?
¿ No éres la fuente,
Inagotable y única,
para todo el que camina
buscando la verdad
y sin traicionarse a si
mismo ?
¿ No éres acaso la
misma fidelidad que nos permite ser fieles..?
Y tu respuesta fue
cambiar
mi zozobra en descanso;
poner tu traje de
fiesta
sobre mi tosco sayal de
peregrino;
y encender mi lámpara marchita con el aceite virgen de tu insondable ternura.
Por eso inventaré para
ti
palabras de armonía.
Y darte gracias será mi
quehacer más constante.
PALABRAS PARA EL
SILENCIO
Colaboración de Juan García de Paredes.