Da miedo pronunciar la palabra «amor». Está tan prostituida que en ella
cabe lo mejor y lo peor, lo más sublime y lo más mezquino. Sin embargo, el amor
está siempre en la fuente de toda vida sana, despertando y haciendo crecer lo
mejor que hay en nosotros.
Cuando falta el amor, falta el fuego que mueve la
vida. Sin amor, la vida se apaga, vegeta y termina extinguiéndose. El que no
ama se cierra y se aísla cada vez más. Gira alocadamente sobre sus problemas y
ocupaciones, queda aprisionado en las trampas del sexo, cae en la rutina del
trabajo diario: le falta el motor que mueve la vida.
El amor está en el centro del Evangelio, no como una ley que hay que cumplir disciplinadamente, sino como el «fuego» que Jesús desea ver «ardiendo» sobre la Tierra, más allá de la pasividad, la mediocridad o la rutina del buen orden. Según el Profeta de Galilea, Dios está cerca de nosotros buscando hacer germinar, crecer y fructificar el amor y la justicia del Padre. Esta presencia de un Dios que no habla de venganza, sino de amor apasionado y de justicia fraterna, es lo más esencial del Evangelio.
Jesús contempla el mundo como lleno de la gracia y del
amor del Padre. Esa fuerza creadora es como un poco de levadura que ha de ir
fermentando la masa, un fuego encendido que ha de hacer arder al mundo entero.
Jesús sueña con una familia humana habitada por el amor y la sed de justicia.
Una sociedad que busca apasionadamente una vida más digna y feliz para todos.
El gran pecado de los seguidores de Jesús será siempre
dejar que el fuego se apague: sustituir el ardor del amor por la doctrina
religiosa, el orden o el cuidado del culto; reducir el cristianismo a una
abstracción revestida de ideología; dejar que se pierda su poder transformador.
Sin embargo, Jesús no se preocupó primordialmente de organizar una nueva
religión ni de inventar una nueva liturgia, sino que alentó un «nuevo ser» (P.
Tillich), el alumbramiento de un hombre nuevo movido radicalmente por el fuego
del amor y la justicia.
Ilustración de Agustín de la Torre
José Antonio Pagola