LIBERAR LA VIDA
¿Eres
tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?
Jesús
les respondió:
Id
a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos
andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a
los pobres se les anuncia la Buena Noticia. ¡ Y dichoso el que no se sienta
defraudado por mí!
Al
irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:
¿Qué
salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué
fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo?
Los
que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, a ver
un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito:
<<Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante
ti>>.
Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él (Mateo 11,2-11).
LA IDENTIDAD DE JESÚS
Para conocer a
Jesús, lo mejor es ver a quiénes se acerca y a qué se dedica. Para captar bien
su identidad no basta confesar teóricamente que es el Mesías, Hijo de Dios. Es
necesario sintonizar con su modo de ser Mesías, que no es otro sino el de
aliviar el sufrimiento, curar la vida y abrir un horizonte de esperanza a los
pobres. Pues el Hijo ha sido enviado para hacer la vida más digna y dichosa
para todos, hasta alcanzar su plenitud en la fiesta final del Padre.
¿A qué Mesías seguimos hoy los cristianos? ¿Nos dedicamos a hacer <<las obras>> que hacía Jesús? Y si no la hacemos, ¿qué estamos haciendo en medio del mundo? ¿Qué están <<viendo y oyendo la gente en la Iglesia de Jesús? ¿Qué ve en nuestras vidas? ¿Qué escucha en nuestras palabras?
GESTOS
LIBERADORES
El gesto que mejor descubre su verdadera identidad es su tarea de curar, sanar y liberar la vida. Podemos recoger así su respuesta a Juan: <<Yo soy: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia>>.
La vida de Jesús
es la de alguien cercano a los necesitados. Un profeta entregado totalmente a
liberar a hombres y mujeres de todo lo que bloquea el crecimiento de la vida e
impide a la humanidad vivir con esperanza.
Es necesario
luchar con firmeza y tenacidad contra toda forma de injusticia y opresión,
desenmascarando todos los mecanismos sociales que lo generan.
Hay algo que no
puede ser resuelto ni por la reforma más profunda ni por la revolución más
radical: el afecto que falta a tantas personas, la soledad, la crisis de
sentido de la vida, el vacío interior, la desafección, la desesperanza que
experimentan no pocos. No pueden ser garantizados, si no surgen del corazón de
hombres y mujeres animados por el Espíritu de Jesús.
AMOR
A LA VIDA
La mecanización
del trabajo, la masificación del estilo de vida, la burocratización de la
sociedad, la cosificación de las relaciones, son otros tantos factores que
están llevando a muchas personas a sentirse no seres vivos, sino piezas de un
engranaje social.
Millones de
individuos viven hoy en Occidente unas vidas cómodas, pero monótonas, donde la
falta de sentido y de proyecto puede ahogar todo crecimiento verdaderamente
humano.
Entonces,
algunas personas terminan por perder el contacto con todo lo que es vivo. Su
vida se llena de cosas. Solo parecen vibrar adquiriendo nuevos artículos.
Funcionan según el programa que le dicta la sociedad.
Si algo
caracteriza la personalidad de Jesús es su amor apasionado a la vida, su
biofilia. Los relatos evangélicos lo presentan luchando contra todo lo que
bloquea la vida, la mutila o empequeñece. Siempre atento a lo que puede hacer
crecer a las personas. Siempre sembrando vida, salud, sentido.
Muchas personas
abandonan hoy la fe en Jesucristo antes de haber experimentado la verdad de
estas palabras suyas: <<Yo he venido para que los hombres tengan vida, y
la tengan en abundancia>> (Juan 10,10).
HECHOS,
NO PALABRAS
Así, en la
sociedad moderna ya no hay pobres, sino gente <<económicamente
débil>>; no hay viejos, sino personas que han llegado a la
<<tercera edad>>; los ciegos son ahora <<invidentes>> y
los moribundos solo << enfermos en fase terminal>>; los que viven
sin techo se han convertido en <<transeúntes>>; los negros son
ahora afortunadamente <<personas de color>>, y las criadas han
alcanzado la dignidad de <<colaboradoras domésticas>>.
No hemos de
preocuparnos mucho: se trata de problemas de los que se han de ocupar la
Administración, la Seguridad Social o las instituciones.
El profeta Juan
envía a sus discípulos para hacerle a Jesús una pregunta decisiva:
<<¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?>>.
Jesús no
responde con un discurso teórico. <<Lo importante no son las palabras
sino los hechos>>
<<Id a
anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos
andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a
los pobres se les anuncia la Buena Noticia.
Lo que
identifica al verdadero Mesías y a quienes le siguen es su servicio a los que
sufren; no las bellas palabras, sino las obras.
El amor
verdadero no consiste en palabras, sino en hechos.
NO
SENTIRNOS DEFRAUDADOS POR JESÚS
En estos tiempos
de crisis religiosa y confusión interior es importante recordar que Jesucristo
no es propiedad particular de las Iglesias. Es de todos. A él pueden acercarse
quienes lo confiesan como Hijo de Dios, y también quienes andan buscando un
sentido más humano a sus vidas.
Hace ya algunos
años, el conocido pensador Roger Garaudy, marxista convencido en aquel tiempo,
gritaba así a los cristianos: <<Vosotros habéis recogido y conservado
esta esperanza que es Jesucristo. Devolvédnosla, pues ella pertenece a todo el
mundo>>.
Casi por la
misma época, Jean Onimus publicaba su apasionante e insólito libro sobre Jesús
con el provocativo título de Le Perturbateur. Dirigiéndose a Jesús, decía así
el escritor francés:
<<¿ Por
qué vas a permanecer propiedad privada de los predicadores, de los doctores y
de algunos eruditos, tú que has dicho cosas tan sencillas, palabras directas,
palabras que permanecen para los hombres, palabras de vida eterna?>>.
Por eso pocas
cosas me producen más alegría que saber que hombres y mujeres alejados de la
práctica religiosa habitual buscan en mis escritos encontrarse con Jesús.
<<Estoy
convencido de que él puede ser para muchos el mejor camino para encontrarse con
el Dios Amigo y para dar un sentido más esperanzado a sus vidas>>.
Quienes hoy
abandonan la Iglesia porque se encuentran incómodos dentro de ella, o porque
discrepan de alguna de sus actuaciones o directrices concretas, o porque
sencillamente la liturgia cristiana ha perdido para ellos todo interés vital,
no deberían por ello abandonar automáticamente a Jesús.
El texto
evangélico nos recuerda sus palabras: <<¡Dichoso el que no se sienta
defraudado por mí!>>. Dichoso el que entienda todo lo que Cristo puede
significar en su vida.
José
Antonio Pagola


