Qué alegría cuando me dijeron ( b ) ( salmo 121 )
Vamos todos a la casa
del Señor.
No es una casa de
piedra,
construida por manos
humanas.
No se encuentra en
ciudades esbeltas
o en megápolis
asombrosas.
La casa del Señor es
viva, construida por el Espíritu.
Vamos a la casa del
Señor, comunidad bien compacta.
Fundamentada en la fe aglutinada por la fuerza del amor.
Allí están mis hermanos
y compañeros,
mi estímulo y mi
refugio,
mi vida compartida;
juntos trabajamos y descansamos,
y juntos celebramos el
nombre del Señor.
Allí están los
tribunales de justicia,
para defender los derechos
del pobre,
y las fuentes de la
santidad, y el manantial de la alegría.
No sabéis, hermanos,
cuánto os necesito, cuánto os quiero.
Os deseo a todos la paz.
Y qué alegría cuando me
dijeron: viene el Señor a mi casa.
Mi casa es pobre y
pequeña, pero viene el Señor a mi casa.
Mi casa está fría y
oscura, pero viene el Señor a mi casa.
Mi casa es fea y antigua,
pero viene el Señor a
mi casa.
Él sabe que no soy
digno, pero viene el Señor a mi casa.
Ven, Señor, yo quiero
abrirte todas las puertas del alma.
LOS OTROS SALMOS
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