El silencio interior
Para escuchar a Jesús,
nuestro Maestro interior, que nos conduce hacia el encuentro con el misterio
insondable de Dios, hemos de cuidar el silencio interior. No hemos de leer los
textos evangélicos desde fuera. Hemos de leerlos desde el silencio del corazón.
Juan de la Cruz lo dice
de modo más profundo:
<< Una palabra
habló el Padre, que fue su Hijo, y esta palabra habla siempre en eterno
silencio, y en silencio ha de ser oída por el alma >>.
Juan de la Cruz siente
que << el centro del alma es Dios >> La unión con Dios no es algo
que hayamos de conquistar, sino una realidad que hemos de descubrir, vivir,
agradecer y gozar.
Poco a poco emerge en
nosotros una conciencia más profunda: que existimos y que hemos existidos
siempre unidos a Dios, que hemos sido siempre uno con él.
Que << Dios es el
centro de nuestra alma >>(san Juan de la Cruz). Que es el cimiento de
nuestro ser.
La separación de Dios
no es posible, pues dejaríamos de existir.
Separados de Cristo no podemos nada. Si se corta el sarmiento y no corre por nosotros la savia de Cristo resucitado, no somos nada.
Las palabras de Cristo
son rotundas: << Permanecer en mí como yo en vosotros [....] porque,
separados de mí, no podéis hacer nada >> ( 15, 4 - 5 ).
Pero Jesús, el Hijo de
Dios encarnado, nos lleva a Dios como
centro de nuestra vida.
Ahora bien acercándonos
a Dios como centro de nuestra vida no sólo estamos más cerca de Dios, sino
también de los hermanos.
El movimiento hacia
Dios y el movimiento hacia el hermano es el mismo movimiento.
El camino hacia Dios es
camino hacia los hermanos.
Si vivimos la vida
desde el centro, es decir, desde Dios, todo cambia. Todo lo percibimos desde el amor de Dios, que se está derramando
en la creación entera.
Algo sabia Juan de la
Cruz de esta experiencia: << Parece al alma que todo el universo es un
mar de amor en el que ella está engolfada, no echando de ver término ni fin
donde se acabe este amor, sintiendo en mí [ .... ] el vivo punto y centro del Amor >>
( Llama de amor viva 11, 10 ).
Lectura Orante del Evangelio
Por José Antonio Pagola.
Colaboración de Juan García de Paredes.


