Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

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13 de noviembre de 2020

El cuento de Willy, Capítulo 2

 WILLY

 Historia de un niño algo especial que de mayor lo siguió siendo… a su manera



CAPÍTULO 2

EL  PRIMER  DÍA  DE  ESCUELA



Es bonito irse un  día de  comienzo  de  curso a  la puerta  de la escuela  infantil.  A unos pequeños y  pequeñas  los  llevan  papás y  sobre  todo  mamás,  jalando  de  ellos,  casi  arrastras. En otros  casos parece  que  es el  pequeñín  quien  arrastra  a  mamá.  Todo fue  cuestión  de publicidad: Los  mayores que supieron contar a sus  hijos  lo  bien que se pasaba  en la escuela, las  cosas que se  aprendía  y lo que  se  jugaba  en el  recreo, consiguieron  más éxito que quienes amenazaban a sus  hijos si  hacían travesuras: “cuando  vayas  a  la  escuela  ya te  meterán  en cintura”.  Esos  iban arrastras. Por cierto  que  Willy iba casi corriendo,  a cinco metros  de sus  papás: “¡niño  no  corras, que  no  se acaba  la escuela!”.

Cuando llegó a la puerta del centro escolar, el  estudiante pasó  como un rayo junto a la maestra.  Fueron los papás quienes hicieron la presentación: “Buenos  días maestra…”

-“Cristina Ruiz”   para servirles.

- “Pues,  doña Cristina, ese  bólido  que  ha  pasado  junto  a  usted  es  nuestro hijo  Willy.  Cuide de que no  le derrumbe  la  escuela”.  La maestra  se  rió:

- soy judoka y me defenderé  como  pueda.”

Pronto la calle quedó  vacía y dentro se  escuchaban  los  gritos de  las fierecillas.

Cristina entró a última, sin hacer judo, sino cantando una canción  infantil. Casi todos los  pequeños  la sabían y se  formó  el  coro  bastante  desafinado pero  alegre.

Cuando terminaron, la maestra,  mujer algo mayor, pero de  espíritu  joven, les  preguntó  los  nombres y los  fue escribiendo  en el  pizarrón. No sabemos si aposta o sin querer,  escribió  Guilly, en  vez de  Willy.  En seguida se  escuchó una voz: “maestra, maestra, no se escribe  así.”

Ella puso cara  de sorpresa.  “Ah  ¿no?  ¿entonces  cómo?”

Quien  había  hablado  no  era  el  Willy  de  nuestro  cuento  sino  otro  niño  con gafas gruesas  .

Pues… no  sé,  pero yo  también  me  llamo así y  la primera  letra  es como dos pinchitos  para  abajo (y  levantaba  dos  dedos    cada mano  como VV)

_ Sí, sí - dijo nuestro Willy- a mi nombre le  pasa  lo  mismo, y  dice  mi  mamá  que  sabe  mucho  que  eso  se llama   doble V.

La seño  Cristina  se puso  muy  contenta” estupendo chicos ustedes  me van  a  dar clase a mí.  Seguro  que saben  más  letras.  Díganme las que se saben  ya”

Un pecoso  levantó  la mano: “seño   a, e,i,o,u sabe el borriquito más  que  tú”

Y seño Cristina:  muy bien,  ¿las  sabes  escribir?

El alumno puso morrito:  noooo, eso  no sé

Los demás  corearon:”¡no  sabe, no  sabe!

La profe dio unas palmadas: ”bueno  pero si  cada uno sabe  un poco, todos aprenderemos  todas  las letras y  yo  las iré  escribiendo,  y  luego  ustedes.

Así siguió aquella  mañana  primera  de clase  como  un  juego movido por  la  simpática  seño Cristina.

Al  final  del día  los  estudiantes de  letras  salían  en  pequeños   grupitos.   Los  dos  Willys juntos  orgullosos con su W , otros  cantando;  a,e,i,o,u  sabe el borriquito  más  que  tú.

Y  al  salir  a la calle  se  echaron  en brazos de  sus  mamás  y papás  diciendo :¡Ya  sabemos  las  letras!

-Uuuh…   ¿todas? ¿también  la  doble W?.  Preguntaban ellos.

- Esa  la  que  más -contestaban los jóvenes  “universitarios”.