Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

22 de noviembre de 2020

Palabras a voleo... Santos

 Palabras a Voleo

La palabra que hoy echamos a voleo tiene relación  con la fiesta de principios de noviembre. Sí esa, lo han adivinado, hablamos  de…

Santos

Cada uno tenía sus fans, como siempre pasa: los fans, la porra, los forofos de un personaje siempre suelen ponerse en contra de los otros que no son su “ídolo”, aunque en este caso esté mal hablar de ídolos. 


Los seguidores de Juan el Bautista admiraban a aquel hombre hecho de raíces retorcidas,  con traje a la medida, de auténtica piel (de camello), comiendo langosta (de la que no se encuentra en el mar), predicando con su vozarrón  en el desierto, donde atraía  a las masas  que esperaban  un liberador para el  pueblo.

 

Los del primo Jesús, el de Nazaret, admiraban  al galileo que contaba chistes tan buenos (parábolas los llamaban), que vestía los  blue-jeans de la época (la túnica con manchas de grasa y remendada por la señora María, artista de la aguja)  que predicaba  con voz  matizada,  a veces fuerte, a veces sugerente, emotiva o irónica, según lo pedía el guion, cuando hablaba a quienes esperaban la llegada de un liberador para el pueblo.

Los fans de los dos, que entonces se llamaban discípulos, discutían entre ellos:

- “Pues yo te digo que Juan es el que de verdad canta las verdades en las mismas barbas de Herodes.  Este  bautista sí   que  es valiente y no tienen pelos en la lengua”

 - “Es que tú  no has oído  hablar al carpintero.  No le has escuchados sus historias y la ironía que tiene  cundo critica a los ricachones  del pueblo y a los  sacerdotes del templo.

- Nuestro  profeta es austero, no bebe vino, ni anda de banquetes como el de ustedes.

-El nuestro no asusta a la gente y da de comer a los hambrientos.

Lo que queda de Qumran y su biblioteca

- Pero ese tal Jesús no sabe bastante teología. No ha estudiado como Juan en la universidad de Qumran que tiene una gran Biblioteca ((lo que queda de Qumran y su biblioteca))  a la orilla del mar Muerto.

- Nuestro maestro no sé donde habrá estudiado, pero te cita a Isaías como si fuera su  compañero.


La polémica  llegó a oídos de Juan: “Pues  no discutan tanto y pregúntenle a mi primo  que nos diga a quién tenemos que esperar. (Lucas 7,20)

Fueron, estuvieron unos días  con Él y con los compañeros discípulos.  Volvieron convencidos pero no del todo: 

-“Sí,  es buen tipo pero  nos  parece demasiado blando.  No grita y condena  como  Juan.  (Eso:  los gritos del profeta es lo que les convencía). Si hoy fueran a algunos templos y escuchasen ciertas emisoras, no sabrían  a quién elegir entre tantos gritones que aparecen  por  todo rincón,  haciendo temblar las paredes y a la gente.

 A  Juan le cortaron la cabeza.

 A Jesús le clavaron en una cruz.

Pues,  después de ese final, que fue principio, seguían los discípulos de uno y otro  discutiendo  sobre  qué valía más, si el bautismo de Juan o el pan y el vino compartido por Jesús…

Como casi siempre, saltamos olímpicamente 20 siglos y preguntamos por los fans, forofos… (hoy se les llama devotos) de otros que anuncian como aquellos dos, el nombre de Dios y un mundo a la medida de ese Dios.

Y aquí  nos encontramos con los que se llaman santos.

Vemos que el primo de Jesús hoy es San Juan Bautista.

 Jesús ha sacado ventaja y simplemente es el Señor, el Cristo hijo de Dios o simplemente  Jesús.

Pero en la historia de los 2.015  años pasados,  la avalancha de santos y santas  ha sido impresionante.

Entre los seguidores de Jesús han ido colocando en la lista de Santos a los más diferentes personajes: unos santos y santas porque mostraron su fe  como Juan  y Jesús, cuando les amenazaron de muerte y los mataron: Hoy son  los mártires.

Otras santas y santos  porque lo que hicieron y dijeron demostraba  su fidelidad  a la vida y enseñanza de Jesús.

Al principio se les declaraba santos por aclamación popular.  Cuando se moría o mataban a   alguno que pareció fiel seguidor del Nazareno, todos los que le conocieron empezaron a llamarle santo, san, santa… y su nombre quedó apuntado en la memoria y los documentos de la Iglesia.

Allí empezó la complicación.

En aquellos   tiempos antiguos no  había medios fáciles de información ni computadoras para archivar nombres e historias;  en cambio  florecía una  imaginación desbordante.  Fueron  apareciendo en la tradición,  llamados santos,  distintos personajes que ni siquiera habían existido o existieron, pero sobre ellos se inventaron leyendas  y  aventuras  que  la fantasía  popular  creó.



San Jorge, por ejemplo, aquel que salvó  a la doncella de la garras del dragón.  Hoy es patrono de los scouts,  de Inglaterra,  de Aragón, Cataluña y no sé cuántos sitios más.  

 

                                                                           



O San Valentín el patrono de los enamorados, San Cristóbal  patrono de los pilotos y Santa Verónica que limpio el rostro de Jesús,  lo  que es una bonita leyenda  simbólica que no cuenta el evangelio.

En tiempos más modernos, en el Vaticano, para evitar esos inventos,  se hizo pasar por un tribunal el nombramiento de un santo.  Unos   defendían las virtudes del  propuesto santo y otros   lo criticaban. A  quien esto último hacía le llamaban “abogado del diablo” (El papa Juan Pablo II suprimió ese  fiscal acusador. Enseguida  empezaron a llover  santos y santas. En su tiempo se  declararon 1,300 beatos y 500 santos  completos). 

Ese proceso  de beatificación primero,  y luego  canonización  dura años y cuesta dinero.  Por  eso se declaran beatos y santos casi sólo  a quienes tienen “padrinos”, personas y    asociaciones con dinero para    pagar los gastos de  la causa.

¡Ya se nos metió el dinero  por medio!.

Ahora que no nos oye nadie les cuento  que se cuenta, y no es cuento,  que se ha llegado a canonizar personas, que… no eran mala gente, pero no demostraron  virtudes heroicas  para ser ejemplo destacado de santidad. ¿Quieren que les diga nombres?... Pues no se los digo.

Prefiero que hablemos de los “santos anónimos”: los que  sin padrinos y sin dinero, han  sido ejemplos maravillosos   para todos los que les conocieron.  Aunque nadie  dio   pasos para subirlos a los altares.

Claro,  a   ellos les trae  sin cuidado  su canonización. A  los que guardan su recuerdo con admiración y cariño  tampoco les importa mucho que les llamen san… o santa….

Seguramente ustedes y yo  conocemos personas que no eran religiosos, ni monjas, ni sacerdotes, acaso ni siquiera  eran católicos ni cristianos. Eran madres de familia,  mecánicos, maestras, labradores, investigadoras, músicos, o vendedoras del mercado,   que fueron   fieles a Jesús, al Dios en quien creían, a su conciencia, a la humanidad. Usted y yo en el silencio de nuestro corazón, en nuestra pequeña comunidad podemos recordarlos como santos. Nadie nos va condenar

 

 Por ello.  Aquí sí me atrevo a  dar nombres. En algunos  trabajos de este blog hemos hablado o hablaremos de Dorothy Day, Guillermo Rovirosa,  Luis Alsina, Severiano Ayastuy, Arturo Paoli…



Podíamos hablar de  otros no  aceptados por la Iglesia:  Mahatma Gandhi,  Simone Weil,  Juan Hus…

Tuvimos  engavetada y olvidada en un despacho  del Vaticano el acta de beatificación de Oscar Arnulfo Romero, hasta que el papa Francisco lo sacó a la luz.                           


A algunos de los primeros  que citamos tal vez los incluyan algún día en la lista de santos. Como decíamos, a ellos les trae sin cuidado ese tema.

Pero ¿ven?  Si Jesús fue  signo de  contradicción para los religiosos de su época, también a muchos de los que  nosotros consideramos fieles seguidores del carpintero nazareno,  hoy  otros, “católicos apostólicos,  romanos”, los rechazan.

Pero a todos nos viene bien, sin ser fans, fanáticos  ni adoradores (solo a Dios adorarás),  animarnos y alegrarnos por aquellos que pasaron por el mundo haciendo el bien y dando su vida, gota a gota o de golpe, por esta humanidad que necesita Santos. De los de verdad.