Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

24 de junio de 2021

Evangelio domingo 27 de junio y reflexión de J. A. Pagola

 CONTRA LA DOMINACIÓN MASCULINA

 

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia:

Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella para que se cure y viva.

Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con solo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente, preguntando:




¿Quién me ha tocado el manto?

Los discípulos le contestaron:

Ves como te apretuja la gente, ¿y preguntas:<<Quién me ha tocado>>?

Él seguía mirando alrededor para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa; al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo:

Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.

Todavía estaba hablando cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:

Tu hija se ha muerto. ¿Para que molestar más al Maestro?.

Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:

No temas; basta que tengas fe.

No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo.

¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta, está dormida.

Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:

Talithá, qumi ( que significa: <<Contigo hablo, niña, levántate>> ).

La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones.

Les insistió en que nadie se enterase, y les dijo que dieran de comer a la niña ( Marcos 5, 21-43).


UN ESPACIO SIN DOMINACIÓN MASCULINA

La curación se produce cuando aquella, educada en unas categorías religiosas que la condenan a la discriminación, logra liberarse de la ley para confiar en Jesús. En aquel profeta, enviado de Dios, hay una fuerza capaz de salvarla.

Este episodio, aparentemente insignificante, es un exponente más de lo que se recoge de manera constante en las fuentes evangélicas: la actuación salvadora de Jesús, comprometido siempre en liberar a la mujer de la exclusión social, de la opresión del varón en la familia patriarcal y de la dominación religiosa dentro del pueblo de Dios.

Su mensaje es más radical: la superioridad del varón y la sumisión de la mujer no vienen de Dios. Por eso entre sus seguidores han de desaparecer. Jesús concibe su movimiento como un espacio sin dominación masculina.

La relación entre varones y mujeres sigue enferma, incluso dentro de la Iglesia. Las mujeres no pueden notar con transparencia <<la fuerza salvadora>> que sale de Jesús. Es uno de nuestros grandes pecados. El camino de la curación es claro: suprimir las leyes, costumbres, estructuras y prácticas que generan discriminación de la mujer, para hacer de la Iglesia un espacio sin dominación masculina.

 

MUJERES FRUSTADAS



En nuestra sociedad se está despertando poco a poco la sensibilidad colectiva ante la violencia y las agresiones que la mujer padece. Crecen las denuncias, se agiliza el código penal, se abren centros para mujeres maltratadas.

Pero somos todavía poco conscientes del sufrimiento oculto y la tragedia de tantas mujeres frustradas en su ser más íntimo de mujer. Mujeres perdidas en el anonimato de los hogares y las faenas caseras, cuya dedicación y entrega apenas valora nadie.

Mujeres inseguras de sí mismas, atemorizadas por su propio esposo, que viven culpabilizándose de sus desaciertos y depresiones, porque no encuentran el apoyo y la comprensión que necesitan.

Mujeres vencidas por la soledad, cansadas ya de luchar y sufrir en silencio, que no aman ni son amadas con la ternura que su ser de mujer está pidiendo.

Mujeres que recuperarían su ser auténtico de mujer si se encontraran con la mirada acogedora y curadora de un esposo o de un verdadero amigo.

 

UNA <<REVOLUCIÓN IGNORADA>>

Jesús adoptó ante las mujeres una actitud tan sorprendente que desconcertó incluso a sus mismos discípulos. En aquella sociedad judía, dominada por los varones, no era fácil entender la nueva postura de Jesús.

Si algo se desprende con claridad de su actuación es que, para él, hombres y mujeres tienen igual dignidad personal, sin que la mujer tenga que ser objeto del dominio del varón.

Sin embargo, los cristianos no hemos sido todavía capaces de extraer todas las consecuencias que se siguen de la actitud de nuestro Maestro.

En una Iglesia dirigida por varones no hemos sido capaces de descubrir todo el pecado que se encierra en el dominio que los hombres ejercemos, de muchas maneras, sobre las mujeres.

Los seguidores de Jesús hemos de tomar conciencia de que el actual dominio de los varones sobre las mujeres no es <<algo natural>>, sino un comportamiento profundamente viciado por el egoísmo y la imposición injusta de nuestro poder machista.

¿Es posible superar este dominio masculino?. Jesús llama a una conversión que nos haga vivir de otra manera las relaciones que nos unen a hombres y mujeres.

 

HERIDAS SECRETAS

Nadie sabe que es una mujer marcada por una enfermedad secreta. Los maestros de la ley le han enseñado a mirarse a sí misma como una mujer <<impura>> mientras tenga pérdidas de sangre. Se ha pasado muchos años buscando un curador, pero nadie ha logrado sanarla. ¿Dónde podrá encontrar la salud que necesita para vivir con dignidad?.

Muchas personas viven entre nosotros experiencias parecidas. Humilladas por heridas secretas que nadie conoce, buscan ayuda, paz y consuelo sin saber dónde encontrarlos. Se sienten culpables cuando muchas veces solo son víctimas.

Según el relato, la mujer enferma <<oye hablar de Jesús >> e intuye que está ante alguien que puede arrancar la <<impureza>> de su cuerpo y de su vida entera. Jesús no habla de dignidad o indignidad. Sus ojos miran con amor. Su persona irradia fuerza curadora.

 

DIOS QUIERE LA VIDA

El ser humano se siente mal ante el misterio de la muerte. Nos da miedo lo desconocido. Nos aterra despedirnos para siempre de nuestros seres queridos para adentrarnos, en la soledad más absoluta, en un mundo oculto en el que no sabemos exactamente qué es lo que nos espera.

Es curioso observar que son bastantes los que asocian la muerte con Dios, como si esta fuera algo ideado por él para asustarnos o para hacernos caer un día en sus manos. Dios sería un personaje siniestro que nos deja en libertad durante unos años, pero que nos espera al final en la oscuridad de esa muerte tan temida.

Sin embargo, la tradición bíblica insiste una y otra vez en que Dios no quiere la muerte. El ser humano, fruto del amor infinito de Dios, no ha sido pensado ni creado para terminar en la nada. La muerte no puede ser la intención última del proyecto de Dios sobre el hombre.

Si esperamos la vida eterna es solo porque Dios es fiel a sí mismo y fiel a su proyecto. Como dijo Jesús en una frase inolvidable: <<Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos están vivos>> (Lucas 20,38).

Dios quiere la vida del ser humano. Su proyecto va más allá de la muerte biológica. La fe del cristiano, iluminada por la resurrección de Cristo, está bien expresada por el salmista: <<No me entregarás a la muerte ni dejarás a tu amigo conocer la corrupción>> (Salmo 16,10).

La actuación de Jesús agarrando con su mano a la joven muerta para rescatarla de la muerte es encarnación y signo visible de la acción de Dios, dispuesto a salvar de la destrucción al ser humano.

 

José Antonio Pagola