Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

3 de junio de 2021

Festividad del Corpus Christi

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Vicente Martínez

Yo no sueño en la noche, yo sueño todos los días. Yo sueño para vivir. (Steven Spielberg)

 


Festividad del Corpus Christi

 Mc 14, 12-26

 

Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos

 En los inicios del cristianismo, hombres y mujeres podían presidir indistintamente, la celebración eucarística.  Solo a partir del cuarto concilio de Letrán (1215) se estableció que no podía celebrar la eucaristía -decir misa- nadie que no fuera un sacerdote válida y lícitamente ordenado. Y desde siglo V presidirla fue un oficio exclusivo de los presbíteros, convertidos ya en “profesionales de lo sagrado”.

 En Otro Dios es posible. Parte II, María y José Ignacio López Vigil escriben que durante la Edad Media se exageró la devoción por el “milagro eucarístico” despojando a la eucaristía de su carácter simbólico y comunitario -compartir la comida y las palabras de Jesús-, y revistiendo de poderes “mágicos” a los sacerdotes que hacían ese “milagro”.

 

Ya en el apócrifo Evangelio de Tomás se expone esta sentencia atribuida a Jesús: “Levanta una piedra: ahí está Dios. Parte un trozo de madera: ahí lo encontrarás”. Lo que nos induce a concluir que para el propio Jesús, a Dios le podemos encontrar en cualquiera parte, y no únicamente en la iglesia: en el hermano necesitado que nos demanda una ayuda, en el enfermo, entre los árboles del bosque, en las flores cuando son amadas, como decía el poeta indio Rabindranath Tagore.

 

Ya San Pablo insistía en su primera Carta a los Corintios, que los templos de Dios eran los propios cristianos. Y en el siglo III los cristianos sirios afirmaban en la Didascalia Apostolorum que “las viudas, los huérfanos, los pobres y los ancianos son el único altar de Dios”.

 La escultora alemana Eva Hesse (1936-1970) dijo en una ocasión: “En mi arte, alma interior y vida son inseparables”. Otra doble dimensión en la que es posible compartir y comulgar el pan de la existencia.

 

En este sentido el versículo 24 de Marcos 14:“Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos”, adquiere su más profundo sentido de alimento universal para el hombre -y ¿cómo no?, pues sería una gran injusticia con ellas- para el resto de las criaturas que pueblan este Planeta.

 

En el libro anteriormente citado, repiten los autores: “Al final de la entrevista, Jesús le habla a Raquel del viento, para que entienda que hay realidades que no se comprenden racionalmente, que sólo las capta el espíritu, un espíritu abierto. En el evangelio de Juan, Jesús utiliza la metáfora del viento (Juan 3, 8). En un relato de un jesuita hindú aparece también “el viento” como elemento “explicativo” del camino que nos lleva al misterio de Dios”.

 Un sugerente viento que eleva nuestro espíritu a soñar, como soñó el cineasta americano Steven Spielberg (1946):“Yo no sueño en la noche, yo sueño todos los días. Yo sueño para vivir”. Para vivir y alimentar el cuerpo y alma, como tan bellamente cantó en este soneto el sacerdote español José Luis Martín Descalzo (1930-1991).

  

CORPUS CHRISTI

 

Todo fue así: tu voz, tu dulce aliento

sobre un trozo de pan que bendijiste,

que en humildad partiste y repartiste

haciendo despedida y testamento.

 

“Así mi cuerpo os doy por alimento...”

¡Qué prodigio de amor! Porque quisiste

diste tu carne al pan y te nos diste

Dios, en el trigo para sacramento.

 

Y te quedaste aquí, patena viva;

virgen alondra que le nace al alba

de vuelo siempre y sin cesar cautiva.

 

Hostia de nieve, nube, nardo, fuente;

gota de luna que ilumina y salva.

Y todo ocurrió así sencillamente.


 

 Tomado de  feadulta.com