Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

24 de junio de 2021

Biografía. Misionero al estilo de Jesús

 

Misionero al estilo de Jesús

Josse Van der Rest “el padre de las mediaguas”




Su vocación religiosa se fraguo en plena segunda guerra mundial ante un Cristo mutilado. Cuando terminó la guerra, estudió distintas cosas y entró a la Compañía de Jesús. Paralelamente trabajó como obrero en unas minas de carbón, donde se mandaba a los prisioneros nazis como castigo. En 1955, fue ordenado sacerdote en Roma. Tres años después, en 1958, llegó a Chile el mismo día que se fundó el Hogar de Cristo.

A fines de los 60, con la vehemencia que lo caracterizaba, el Josse van der Rest planteaba frases que interpelaban. Una de ellas era: "el problema no es la casa, sino la tierra: con un pedazo de tierra el pobre es capaz de construir su vivienda”. Se indignaba cuando la especulación de la tierra privaba en la mayoría de nuestras ciudades a las familias pobres de un lote que, aunque mínimo, les permitiría desarrollar su proceso habitacional en el tiempo y en la medida de sus posibilidades.

Josse tuvo que enfrentar muchas resistencias también dentro de la Iglesia. Él mismo recuerda que: “El Nuncio de la época me retó porque yo trabajaba en calzoncillos en las tomas de terreno. Decía que eso atentaba contra la dignidad sacerdotal. Yo le replicaba: ¿Continúo haciendo cagaderos o uso sotana? Pero déjame seguir con la explicación: el pobre que consigue tener un terreno urbano sale de la pobreza, así de simple. Por eso mi mayor lucha es contra la especulación urbana que asfixia a los pobres y genera segregación y exclusión”.

Lo llamo “cisne negro” porque es alguien fuera de lo común, un ser excepcional. Yo no creo en los ángeles, pero para mí él es lo que más se le acerca a la idea que puede tener uno de un ángel. Me gustan su risa, su voluntad, la tremenda fe que tenía. Me parece que es un ejemplo de vida”.

20.06.2021 | Jesús Herrero Estefanía

 

Josse Van der Rest“el padre de las mediaguas”, lo llamaron, por estar detrás de esas soluciones habitacionales y de la creación de Fundación Vivienda en el Hogar de Cristo. Por haber liderado “secuestros de terreno”, como decía él en su castellano enrevesado y lleno de garabatos que aprendió en tomas históricas y campamentos. Su preocupación siempre fue los pobres urbanos, aquellos que en las ciudades parecen "sobrar" porque ni siquiera se les quiere dar un pedazo de tierra donde instalar un albergue.

 

Nació en 1924 en Bélgica en una familia rica y tuvo una educación acomodada con profesores que llegaban a su propia casa. No asistía a misa y sólo iba a retiros en Semana Santa.

Su vocación religiosa se fraguo en plena segunda guerra mundial ante un Cristo mutilado. Cuando terminó la guerra, estudió distintas cosas y entró a la Compañía de Jesús. Paralelamente trabajó como obrero en unas minas de carbón, donde se mandaba a los prisioneros nazis como castigo. En 1955, fue ordenado sacerdote en Roma. Tres años después, en 1958, llegó a Chile el mismo día que se fundó el Hogar de Cristo.




Admirador del Padre Alberto Hurtado, su figura lo inspiró para hacer presencia en los sectores más vulnerables. No sabía español, pero muy pronto, entre niños y jóvenes marginales aprendió a hablar “chileno”. Rápido entraron a su jerga el “hueón y los hueones”. Con varias anécdotas y también algunas amonestaciones, recordaba que aún después de tantos años en Chile no distinguía cuando estos términos resultaban normales o groseros.

 

En Chile buscó vivir siempre con las personas más pobres. Así llegó al Zanjón de la Aguada, luego a campamentos, como el Colo-Colo y poblaciones como La Victoria. Su misión, decía, era hacer revolución social con el pueblo y además aprender a ser chileno.

 

A fines de los 60, con la vehemencia que lo caracterizaba, el Josse van der Rest planteaba frases que interpelaban. Una de ellas era: "el problema no es la casa, sino la tierra: con un pedazo de tierra el pobre es capaz de construir su vivienda”. Se indignaba cuando la especulación de la tierra privaba en la mayoría de nuestras ciudades a las familias pobres de un lote que, aunque mínimo, les permitiría desarrollar su proceso habitacional en el tiempo y en la medida de sus posibilidades.

 

De esa épocaprocede la siguiente anécdota: “La especulación se combate robando el terreno nomás, porque es imposible comprarlo. Así se hizo en Chile. Yo terminé robándole terrenos del Arzobispado, al cardenal Silva Henríquez. Él me llamó y me dijo: “¿Cómo, tú, un sacerdote que tiene que predicar el derecho de propiedad le roba un terreno a su pastor?”. Josse recuerda cómo le pedía perdón y le dijo: “Mira, van der Rest, no llores más, que aquí tengo otro terrenito en Conchalí que te puedes robar”.

Nunca estuvo conforme con las posturas que adoptaban muchos profesionales y especialistas en temas de vivienda, quienes descalificaban las soluciones de emergencia social porque no les parecían “dignas” pero, de paso, condenaban a los pobres a seguir en la miseria por muchos años a la espera de esas "casas dignas". A ellos los desafiaba a poner los pies en el barro, conversar con los pobres en sus viviendas precarias, y tomar en cuenta que lo que parece una mala vivienda desde su posición de profesionales acomodados resulta ser "una solución realista y buena para el que nada tiene y necesita un techo para pasar la próxima noche".

 

Josse tuvo que enfrentar muchas resistencias también dentro de la Iglesia. Él mismo recuerda que: “El Nuncio de la época me retó porque yo trabajaba en calzoncillos en las tomas de terreno. Decía que eso atentaba contra la dignidad sacerdotal. Yo le replicaba: ¿Continúo haciendo cagaderos o uso sotana? Pero déjame seguir con la explicación: el pobre que consigue tener un terreno urbano sale de la pobreza, así de simple. Por eso mi mayor lucha es contra la especulación urbana que asfixia a los pobres y genera segregación y exclusión”.

 

Siempre estuvo dispuesto a compartir su testimonio de vida de fe. Decía, por ejemplo, que toda su vida he sido interreligioso, trabajo con mahometanos, hinduistas, budistas, y nunca discutimos religión. Esas son huevadas que hacen los teólogos cuando no tienen nada que hacer, se miran el ombligo y empiezan a discutir. Sé que un día se van a unir 7 mil millones de personas que creen en el mismo Dios. “¿Por qué se matan los mahometanos y los cristianos si creen en un mismo Dios?”




Una de sus inquietudes era saber por qué Jesús prefería rodearse de personas marginadas, a los que abandonan sus familias, a los que son borrachos y jamás llegarán a ser presidentes de la República. “Eso es un misterio para mí muy difícil de entender. La religión es todo un misterio. Además, nunca le leído un texto inteligente sobre la resurrección de los muertos. ¿Usted conoce alguno? Mire estoy viejo y desesperado por saber cómo será eso, pero nada, ningún teólogo ha escrito bien sobre eso. Es un misterio”.

 

El 24 de julio de 2020, falleció el P. Josse van der Rest.

 

Poco antes de su muerte, la cineasta Marcela Saidhizo un documental sobre Josse y cuenta que: “Me impresionó su carisma y, un día, mi hermano Sergio me cuenta que está trabajando con él en la Fundación Vivienda. Yo simplemente le dije que me encantaría filmar a Josse, que me acordaba perfectamente de aquel cura de ojos azules penetrantes y con acento extranjero que había conocido de casualidad en la sede central del Hogar de Cristo. Lo llamo “cisne negro” porque es alguien fuera de lo común, un ser excepcional. Yo no creo en los ángeles, pero para mí él es lo que más se le acerca a la idea que puede tener uno de un ángel. Me gustan su risa, su voluntad, la tremenda fe que tenía. Me parece que es un ejemplo de vida”.



Tomado de Religión Digital