El canto rebosa de mi
vida
hacia ti, Señor,
como el perfume de la
primavera
rebosa de los campos.
Porque me siento
envuelto
en tus manos
y no has dejado que me
arruinen
mis propias maldades.
Señor, Dios mío,
a ti clamé y tú
acudiste a mi lado.
Arrancaste mi vida de
la tinieblas
de mis egoísmos
e iluminaste mi corazón
con la verdad de tu compañía.
Amigo mío, y todos los
que esperáis en el
Señor,
acompáñenme en la justa
alabanza.
Aunque la noche parecía
dominar
mi existencia entera,
aunque la amarga
oscuridad
parecía brotar
de mis mismas entrañas
como de su propia
fuente,
una nueva mañana, un
nuevo
abrazo con mi Señor,
ha hecho fecunda mi
alma en
cantos de
agradecimiento.
Yo esperé siempre
de ti la fuerza y la
victoria.
De ti esperé la
seguridad
y la alegría....
Pero cuando me
ocultaste tu rostro,
cuando me dejaste
desnudo
frente a mis miserias,
quedé desconcertado y
sin camino
y estuve tentado a desconfiar de ti.
Pero te invoqué de
nuevo
y te supliqué diciendo:
Señor, ¿no eres tú la
alegría?
¿No eres el futuro
que ilumina y abrasa
todo
presente incierto?
¿No eres la fuente,
inagotable y única,
para todo el que camina
buscando la verdad
y sin traicionarse a sí
mismo?
¿No eres acaso la misma
fidelidad
que nos permite ser
fieles....?
Y tu respuesta fue
cambiar
mi zozobra en descanso;
poner tu traje de
fiesta
sobre mi tosco sayal de
peregrino;
y encender mi lámpara
marchita
con el aceite virgen
de tu insondable ternura.
Por eso inventaré para
tí
palabras de armonía.
Y darte gracias
será mi quehacer más
constante.
( A. López Baeza
)
PALABRAS PARA
EL SILENCIO